«La derrota del olvido: El mar y la serpiente, de Paula Bombara», por Nelvy Bustamante

La ponencia «La derrota del olvido: El mar y la serpiente, de Paula Bombara fue leída por su autora, la escritora y prof. en Letras Nelvy Bustamante, en el marco del IV Simposio de Literatura Infantil y Juvenil en el Mercosur que se realizó en noviembre pasado en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.


La derrota del olvido: El mar y la serpiente, de Paula Bombara

Autora: Nelvy Bustamante

 

A través de este trabajo nos proponemos realizar un análisis de la novela El mar y la serpiente, de Paula Bombara, teniendo en cuenta el valor histórico de su contenido y su impecable construcción literaria. Dentro de este propósito la obra mencionada aparece como representativa en el mundo de la Literatura juvenil argentina actual para propiciar en los adolescentes y jóvenes la revisión de un pasado doloroso y el rescate de la memoria colectiva.      

Nos encontramos ante una novela histórica. Como señala Fernando Aínsa, “La novela histórica saca su material de la historia; su forma, del arte” (Aínsa: 2003). Además de tomar “su material de la historia”, Bombara respeta la convención de ficcionalidad del texto literario. Observamos la utilización de un lenguaje poético: ambiguo, polisémico, plurisignificante. La autora logra producir un efecto de realidad, la verosimilitud, esa mimesis  de la que ya nos hablaba Aristóteles en su Poética. Entre las estrategias que utiliza para producir la ilusión de realidad, se destacan el monólogo y el diálogo. Sobre ambas, pero especialmente sobre el monólogo, Bombara construye El mar y la serpiente.

Esta novela está estructurada en tres partes que se relacionan con tres momentos diferentes en la vida de la protagonista. La construcción discursiva contribuye de manera singular a marcar las tres etapas.

Cuando comienza la obra, la voz que narra es la de una niña que atraviesa la primera infancia. A través de esa voz empezaremos a conocer la historia: la personal y familiar, que se irá imbricando a través del relato con la realidad social y política de la Argentina de los años 70 y principios de los 80; una Argentina signada por los antagonismos y la violencia.

La voz de la pequeña niña que narra al comienzo, irá creciendo con el transcurrir del tiempo y de la obra hasta convertirse en la voz de una adolescente que puede entender lo que ha pasado, que se anima a decirlo; que puede compartir su dolor. En ese proceso y en relación con otros, la protagonista irá construyendo su identidad.

La niña ha sido víctima del terrorismo de Estado. Su padre ha “desaparecido” por la acción de las bandas parapoliciales de la Triple A. Posteriormente, durante el gobierno militar del 76’, ha sufrido la irrupción de los militares en su casa, la detención transitoria de su madre y la entrega de ella misma a los tíos y abuelos.

En la primera parte de la novela, titulada “La niña”, la madre responde con breves enunciados, verdades a medias y mentiras “piadosas” las preguntas que la pequeña hace. Para el lector está claro el contexto de duelo, de tragedia que envuelve a toda la familia. La niña percibe el dolor de sus seres queridos, siente la magnitud del propio, pero no alcanza a comprender qué está sucediendo. Solo sabe que su padre no está, y que a su alrededor sus familiares sufren. El dolor en ella parece ser el más terrible porque los adultos no le dicen toda la verdad y, como lógica consecuencia, no alcanza a entender racionalmente qué pasa. Además, a la ausencia de su padre, sumará el desarraigo y el enojo ante las mudanzas repetidas que sufre junto a su madre. Para los lectores hay claros indicios de un camino de clandestinidad que la madre y la hija se ven obligadas a transitar. Como si todo esto fuera poco, luego deberá afrontar -ya en pleno “Proceso”- la desaparición temporaria de su madre, detenida en un centro clandestino.

Las primeras informaciones que los adultos le dan a la niña ante sus preguntas por el padre ausente intentan apaciguar la pérdida ocultándole la verdad: “se le paró el corazón”, “se perdió”, está trabajando”, etc.

El desconcierto de la protagonista y la esperanza de que su padre vuelva atraviesan al lector: “Papá se perdió pero va a volver. Porque los grandes saben los caminos”. (16)

Sin embargo pronto la madre le revelará parte de la verdad:

“Mamá dice, papá se murió. Mamá tiembla.

Mamá dice, no lo vamos a ver más porque se murió.

Mamá dice, tu papá te quiere un montón, ahora te mira desde el cielo”. (19)

La niña se aferra a la explicación que la madre le da, y “habla” con el padre ausente a orillas del mar:

“Mamá me lleva al mar de noche. Yo hablo con papá, que me escucha desde el cielo. Ella también le habla, pero para adentro…” (21)

El mar, a cuyas orillas se han mudado la madre y la hija adquiere en la novela una gran significación a partir de este momento, ya que se transforma en el lugar de “encuentro” de la niña con su padre. De esta manera, el lector atento tendrá un claro indicio para acercarse a todo lo que connota ese mar elegido por Bombara como primer término del título de la novela. Ese “aire de mar” que respira la niña -y también los lectores-, será bruscamente interrumpido cuando la madre decida la mudanza de las dos a Buenos Aires. Ella dice que quiere estudiar y cambiar de lugar, hacer una nueva vida. El transcurrir de la novela lo confirmará.

La niña se resistirá a dejar el mar, expresará su enojo, pero deberá irse con la madre. Ya en Buenos Aires, el lector tendrá otros indicios sobre la clandestinidad. La niña dice:

“En la ciudad hay plazas con hamacas y toboganes… Mamá me lleva a la noche porque de día hay que hacer cola para las hamacas y a mamá no le gusta que espere. De noche es lindo porque se prenden unas luces que se llaman jirafas como las jirafas y la plaza es toda para mí”. (28)

La añoranza de otro espacio -el mar- se reiterará a lo largo de este capítulo:

“No sé si papá me escucha porque en la ciudad hay muchos ruidos de autos y de colectivos y de gente y de música… En la playa había una estrella que estaba justito en el medio del mar y papá se sentaba ahí para escucharme”. (31)

En la gran ciudad la niña empieza a asistir al Jardín. Se relaciona con otra niña, Malena, quien la invita a jugar a su casa. Malena resulta ser hija de un militar. Cuando la madre la va a buscar, tiembla. El miedo que ella siente se traslada al lector, quien además percibe el clima de temor que reina en la sociedad.       

El primer capítulo se cierra con la detención de la madre por parte de los militares.

El desamparo de la pequeña alcanza su punto culminante y se transfiere al lector a través de afirmaciones como las siguientes:

“Se fue.

Se la llevaron unos hombres.

Me dejó con estos tíos viejos de la ciudad que ni sé quiénes son.

Ella se fue con los ojos verdes y rojos como una monstrua…Yo también debo tener los ojos como una monstrua. Ni me los seco porque ya sé que el agua no va a dejar de salir.

Me duele la panza y más arriba de la panza. Me duele cuando trago y se me caen los mocos… Estoy llena de agua”. (38)

El segundo capítulo, “La historia”, se inicia con un fuerte reclamo de la hija que va creciendo a su madre, porque no le ha dicho toda la verdad de lo que pasó con su padre.

La madre no ha podido poner en palabras las circunstancias  extremadamente dolorosas que rodearon la desaparición. Y la niña ha borrado parte de sus recuerdos. Es el momento del diálogo entre ambas, cuando aflorará esa parte de la historia –personal, social y política- que había permanecido oculta.

La madre le dice que ambos eran militantes, y refiere las circunstancias de la desaparición del padre. El diálogo entre madre e hija irá poniendo luz sobre los aspectos oscuros de la historia familiar. Aparecen datos concretos sobre “causas”, contexto particular de la desaparición del padre, fecha, responsables. Hay un año: 1974, y algo nefasto que se gesta en el nido del poder: el accionar de las bandas parapoliciales de la Triple A.

El relato refiere además las circunstancias del secuestro de la madre, en 1976. La dictadura militar es la continuidad de la violencia instaurada desde el poder político. La madre puede poner en palabras su sufrimiento y el de sus compañeros; la tortura, las humillaciones, el dolor. Aquí sabrá el lector el por qué del segundo término del título de la novela. La serpiente es el juguete que ella hizo para la hija durante su cautiverio en un centro clandestino de detención, con los ojos vendados, usando trozos de tela, en un contexto de tortura y muerte, rodeada de seres que “reptan”, torturan y matan.

El título de la novela se completa como un rompecabezas; es la síntesis de la identidad, de “los pasos perdidos”, que busca la niña.  

La mujer insiste en que todo lo que le cuenta a su hija debe ser ocultado, silenciado. La ficción invita al lector a la complicidad.

La tercera parte de la novela lleva por título “La decisión”.

Presenta a una protagonista adolescente, rebelde, que abre un abanico de críticas al mundo de los adultos en general y a ciertas prácticas educativas en particular.  

El tiempo ha transcurrido no sólo para la niña sino para la sociedad.  Ya en democracia, la verdad empieza a aflorar como elemento esencial en la reconstrucción de la memoria individual y social. Con esa frescura lingüística propia de la adolescencia, la protagonista emite opiniones sobre la historia, el sistema escolar, la actitud de su madre –sobre todo en relación con lo no dicho, con lo que su progenitora no pudo poner en palabras en determinado momento, con el pasado doloroso que comparten-. 

La tensión del lector encontrará una bocanada de aire fresco que despejará las dudas y el silencio. La verdad aflorará por fin, y la escuela será el ámbito que posibilita el rescate de la historia y la memoria.  

El desenlace estará marcado por la carta que la protagonista escribe como respuesta a la consigna de trabajo que una profesora ha dado a sus alumnos: la elaboración de una redacción porque es 24 de marzo, aniversario del golpe de Estado del 76’.

La escritura de esta carta es tan importante que resignifica la novela. La verdad intuida se convierte en enunciado histórico. La adolescente puede decir su verdad ante su profesora y sus pares. Y al hacerlo reafirma su identidad:

“Hoy nos faltan 30.000 personas con nombre y apellido… Yo jamás podré olvidarlos.Lo tengo a mi papá que me recuerda siempre a los otros 29.999”. (108)

Pensamos que los adolescentes y los jóvenes tienen el derecho de conocer esa parte de la historia argentina que rescata El mar y la serpiente. Y los adultos mediadores tenemos el deber de mostrárselas. Compartir con ellos obras literarias como la analizada  puede ser un modo significativo de abordarla.

Como señala Sáiz Ripoll (2009):

 “En la adolescencia, ese período de la vida capital de los seres humanos, se inician el sentido histórico y la necesidad de actuar, de tomar parte de los acontecimientos, de decidir el rumbo de la propia vida. Aparecen, en consecuencia, las preguntas sobre el sentido de la existencia (¿Quién soy? ¿Adónde voy?…)  y se elaboran los sistemas de valores sobre los que se cimentará la personalidad adulta. Por eso es tan importante ofrecer puntos de apoyo que favorezcan el proceso de maduración, y  la literatura puede cumplir, con éxito y eficacia, parte de esa tarea”.

No hay obras literarias que no transmitan una ideología. En este caso la mirada de la autora contribuye claramente a abrir interrogantes y a ampliar la percepción del mundo y de la historia.

Creemos que esta novela es un valioso aporte a la preservación de la memoria colectiva.

La protagonista no solo no quiere perder su recuerdo de un pasado que la ha marcado para siempre, sino que se anima a compartirlo con otros. En el final de la novela su voz irrumpe en la historia y es definitiva. Se alza para denunciar las atrocidades cometidas por quienes abusaron del Poder hasta el punto de hacer “desaparecer” a quienes pensaban diferente o tenían algún tipo de militancia política.

La protagonista ha transitado un proceso que concluye con la reafirmación de su identidad.

Si bien existen algunas críticas al sistema educativo, la escuela secundaria aparece como el lugar donde es posible reconstruir el pasado más doloroso. Queremos destacar esto porque observamos una interesante apuesta a las potencialidades de una escuela media altamente desprestigiada en nuestro país.  

En la recreación del contexto familiar, social y político, aparecen sutilmente las marcas de ideología.

El sufrimiento de la protagonista es expresado con la inocencia propia de una niña primero, con el discurso directo de una adolescente al final.

El mar y la serpiente no sólo recurre a la historia reciente y la cuestiona, sino que lo hace con una calidad literaria que invita a los adultos mediadores a construir puentes entre este libro y sus naturales destinatarios. De esta manera, la obra cumple con dos requisitos básicos que debemos contemplar al seleccionar textos para los más jóvenes: una ideología que contribuye a abrir interrogantes, y la presencia de valores estéticos.

Creemos que es necesario que como docentes mediadores asumamos la responsabilidad que nos cabe de propiciar la lectura y circulación de libros como este para que los adolescentes y jóvenes conozcan el pasado reciente, lo cuestionen y se comprometan en el fortalecimiento de la democracia. 

En relación con las vivencias de la protagonista de El mar y la serpiente,  nos interesa además resaltar la afirmación de Lukács recogida por Pons en su estudio sobre la novela histórica de fines del Siglo XX: “La novela histórica refleja la situación de los individuos como históricamente condicionados”. (1996) La vida de la protagonista –y también la de su madre, familiares y la de toda la sociedad- se muestra condicionada por los hechos históricos. Sin embargo, en la adolescente que puede decir su verdad, compartirla y denunciar los hechos históricos que referimos, se vislumbra la posibilidad de toda persona de convertirse en agente de cambio. Esto nos parece sumamente importante, tratándose de una obra destinada a los más jóvenes.

En esta novela se reconstruye la memoria de la protagonista y la memoria histórica y social. Se apuesta a sacudir el olvido, la desmemoria, el miedo impuesto por la dictadura. Se invita a los lectores a conocer hechos fundamentales y extremadamente dolorosos de la historia argentina para que nunca más se repitan.

La protagonista adolescente recupera la verdad. Y recuperándola y poniéndola en palabras derrota a los fantasmas del olvido.

 

Bibliografía:

Fuente  primaria:

Bombara, Paula: (2009) El mar y la serpiente. Buenos Aires, Norma. 3ª.edición.

Obras consultadas:

Aínsa, Fernando: (2003) Reescribir el pasado. Historia y ficción en América Latina. El otro, el mismo.

Aristóteles: (2007) Poética. Buenos Aires, Gradifco.

Lluch, Gemma: (2004) Cómo analizamos relatos infantiles y juveniles. Bogotá, Norma.

Montes, Graciela: (1996) El golpe y los chicos. Buenos Aires, Colihue.

Pons, María Cristina: “La novela histórica: aproximaciones hacia su conceptualización y dinámica de cambio”. En: Memorias del olvido. Del Paso, García Márquez, Saer y la novela histórica de fines del siglo XX. Siglo XXI, 1996.

Sáiz Ripoll, Anabel: (2009) En: www.islabahia.com. Tarragona, España.

Spang, Kurt: “Apuntes para una definición de la novela histórica”. En: Spang, Kurt;  Arellano, Ignacio y Mata, Carlos: (1995) La novela histórica. Teoría y comentarios. Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra.

Sitios de Internet consultados:

www.juntadeandalucía.es
www.imaginaria.com.ar


NOTA DE LA MEMORIA Y EL SOL: Le agradezco a Nelvy Bustamente el permitirme publicar su trabajo en este blog. ◘AM.

Autor: Alejandra Moglia

Alita

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