Una versión de Dios, de Liliana Bodoc y Ana Luisa Stok

«(…) Nacida en la inmaterialidad de una de sus madres y en presencia de la otra. En este libro aguarda una criatura insondable. Varias historias. Un abismo. (…)».

Galileo Bodoc

En 2020 la editorial Guadal publicó Una versión de Dios, criatura parida por dos madres: Liliana Bodoc y Ana Luisa Stok. Las breves palabras que aquí siguen no conforman una reseña ni pretenden serlo ya que no es posible reseñar la eternidad.

Lo que intento decir es apenas un balbuceo, ya que después de adentrarme en el abismo que encierra este conjuro poético entre el texto y la ilustración me quedé sin aire y sin palabras. Allí están la finitud y la eternidad, el dolor y nuestras sombras. Allí estamos todos y hay historias que se entrelazan. Está la muerte porque está la vida y está la belleza. En el abismo está Dios, el Tiempo siempre presente e implacable en su fugacidad y cabalgata permanente e indómita. Y también están la Resurrección y la Leyenda.

¿Cómo pudieron estas madres poner en palabras e ilustraciones lo que es eterno e infinito? ¿Cómo pudieron parir una versión de Dios? La literatura y el arte pueden darnos algunas respuestas insuficientes: por un lado la escritura luminosa de Liliana, su hondura y poética que todo lo transforman en sabiduría y belleza.  Por otro, el arte desplegado por Ana Stok, sus figuras y siluetas tan fugaces y potentes como el mismo Tiempo y a la vez tan etéreas con sus límites difusos y movimientos que dan cuenta del dolor y la belleza de vivir. Dicho esto, para mí la llave maestra que posibilitó este conjuro es un encuentro de almas que saben de abismos y eternidades, que saben de amor y leyenda, que aman la Poesía. 🌸 A. M.

Las ancianas tejedoras, hermosas Moiras plasmadas por Ana Stok
Nos deseo ser leyenda

«La historieta va a la escuela: trabajar con cómics en el aula, la biblioteca y el hogar», de Libertad Margolles, Perla Calvet y Silvina Marsimian

Lugar editorial  ha publicado un nuevo libro en su colección Relecturas. Se trata de La historieta va a la escuela: trabajar con cómics en el aula, la biblioteca y el hogar, de Libertad Margolles, Perla Calvet y Silvina Marsimian.

La historieta es una manifestación cultural cuyo acceso a las aulas ha sido escaso hasta el presente, a pesar de lo atractiva que resulta para niños y adolescentes. Hubo y hay docentes, bibliotecarios y familias que creen que leer historietas es solo un pasatiempo, desconociendo la importancia de la lectura de textos e imágenes, que se complementan en un lenguaje mixto, palpitante y tan valioso como la literatura, el cine y demás ramas del arte. Este libro colabora en revertir aquella ausencia en las escuelas y colegios ofreciendo un material que aborda este género narrativo contando los hitos más relevantes de su historia (en Argentina, EE.UU., Europa y Japón), los elementos que la constituyen y le dan singularidad expresiva, y las experiencias que se han desarrollado en algunas instituciones educativas.

Libertad Margolles, con destacable minuciosidad en la investigación histórica y formal de la historieta y en la recopilación de las imágenes que aparecen en este volumen, valoriza el género como un medio imprescindible en todos los ámbitos educativos. Colaboran en este planteo las docentes Perla Calvet y Silvina Marsimian, compartiendo sus experiencias desarrolladas en jardines de infantes, escuelas primarias y de nivel medio, que enriquecen esta propuesta.

Esperamos que la lectura de estas páginas brinden conocimiento y herramientas a docentes, bibliotecarios y promotores de la lectura y escritura, para llevar la historieta a la escuela, y por qué no, se conviertan ellos mismos y los niños, adolescentes y adultos con quienes trabajan, en verdaderos fans del género.

(Reseña publicada por la editorial)

Si desean conocer parte del contenido del libro pueden hacerlo AQUÍ.

Hasta la desobediencia siempre: una lectura de LA SIESTA de Claudia Masin

Es verano.

En el Chaco el sol arrasa y quema.

Es verano y en la hora de la siesta hay una niña despierta.

En la casa todos duermen.

Es verano y la niña cava temblores de rebelión y resistencia.

¿Puede acaso la poesía socavar los mandatos instaurados desde tiempos remotos? ¿Puede una mujer derribar los muros de silencio que la oprimen? ¿Y puede una niña resistir las imposiciones de los adultos?

En el imaginario construido por Claudia Masin en La siesta (Ediciones la mariposa y la iguana, 2017) lo que parece imposible se gesta imperceptible y subterráneamente en el espacio-tiempo de la siesta veraniega. Esta obra habla de resistencia, rebelión y autonomía, y también de crecimiento y reparación desde una perspectiva marginal, desde una mirada del mundo que corroe los fundamentos del sistema patriarcal sembrando una esperanza. Su lectura conmueve por su hondura y crudeza y por sumergirse en la desmesura salvaje e inasible de la infancia, en un tiempo mítico revelador en el que lo estigmatizado por el mundo adulto cobra una dimensión sin igual, tiempo-espacio de búsqueda, deseo y libertad.

Es  una obra poética en prosa que, entre otras particularidades, reflexiona sobre la infancia, el lenguaje, la lectura y la escritura. Esto se presenta como una dificultad gratificante en cuanto a su lectura: los límites a la hora de definir el género son tan difusos como los bordes de las cosas bajo los efectos del calor extenuante del verano chaqueño. La siesta podría leerse también como un libro de relatos hilados entre sí cuya protagonista es una pequeña heroína que durante ese espacio de ocio y de vacío de la siesta veraniega en su ciudad natal se rebela mientras todos duermen contra el poder opresor del padre, la casa familiar y el sistema. Desde esa voz interna, desde esa voz minúscula, la niña cava a la manera de los topos un paisaje subterráneo y salvaje en donde otra vida libre de mandatos y sometimientos es posible. Es por ello que el discurso poético de La siesta tiene una potencia indómita que se funda en esa pequeña voz de niña que nutre, al decir de Diana Bellessi, la pequeña voz del mundo que es la poesía.

Claudia Masin –escritora y psicoanalista- nació en Resistencia (Chaco, Argentina) en 1972 cuando la dictadura iniciada en 1966 estaba casi llegando a su fin. Faltaba poco para que se avizorara una primavera cuyas palabras, flores y frutos luego se amordazarían, cortarían y desaparecerían a los pocos años de nacida. Su trayectoria como escritora incluye la publicación de libros de poesía que no son ajenos a lo político y en el que su discurso poético enfrenta al poder hegemónico. En Geología (2001, reeditado en 2011) despliega la recreación mítica de la infancia tanto a nivel general, es decir como un tiempo de la vida de todos los seres humanos, como a nivel personal haciendo una construcción imaginaria de sus propias vivencias. En La siesta retoma este imaginario, lo ahonda y lo potencia con una crudeza sostenida en la esperanza, la terquedad y también en la lectura y la escritura como formas de atravesar y superar la violencia, el rencor y el dolor.

¿Cómo lee el mundo una niña topo?

¿Cómo se llega a escribir bajo la tierra? Claudia Masin nos revela que se escribe cavando bien profundo y atravesando las capas geológicas del lenguaje y el dolor hasta el hueso de la vida y de todas las cosas. De la propia conciencia y de tomar conciencia de los otros se desprende una escritura emancipadora  y luminosa marcada en ese tiempo de infancia en el cual lo inútil y lo salvaje para el poder hegemónico que impone la productividad a toda costa es en realidad un tesoro invaluable y un arma poderosa de resistencia. Es que la niña topo –como la poesía- no se sujeta a ninguna lógica de mercado.

Con la contundencia de su discurso poético Masin pone de relieve la problemática de la violencia en sus diversas formas, aquella que se aprende y se reproduce y cuyo núcleo fundacional se arraiga en el sistema patriarcal transmitido de generación en generación desde tiempos inmemoriales, afectando todos los órdenes de la vida, desde la privada hasta la pública. En este sentido, la casa familiar –reino del padre- es el lugar en el que el sistema y el Estado reproducen la brutalidad y el terror, el lugar en donde un padre erizo aguijonea cuando menos se lo espera y las mujeres silencian no para obedecer sino para sobrevivir porque la desigualdad entre un poder y otro es enorme y la única manera de seguir con vida es haciéndose invisible.

La casa familiar recreada por la autora es un territorio en el que conviven en permanente tensión el amor y el odio: el amor hacia la madre que contiene y calma los terrores nocturnos y también la confianza hacia el padre a pesar del miedo y el rencor que su violencia intempestiva genera lastimando de raíz en lo más profundo. Y es que hay una niña que en el desamparo más doloroso, muy a pesar de todo, necesita de su cobijo. Y también hay un padre que arrastra la furia y el abandono de su propia infancia. La escritura de Masin lleva al lector a un territorio casi onírico en el que a los ojos de la niña, ella y su padre son nenas en el desamparo más absoluto.

“No quiero sentir esta pena que es por mí en ella, por ella en mí, por esa nena que él fue y en la que se está convirtiendo de nuevo, la que llora sin vergüenza entre mis brazos que no alcanzan a contenerla, porque sigue, por alguna extraña razón teniendo el mismo cuerpo enorme que no podría abarcar jamás, que mi abrazo no alcanza, no va a alcanzar a calmar. Se calma sola, se calma sola mi padre, mi nena esquimal mientras la nieve cae sobre las dos y nos miramos, una ternura como un pinchazo en el corazón me entra, y duele”.

El imaginario recreado por la autora está repleto de soledades y abandonos, de seres arrasados por el dolor, de violencias que se aprenden y se perfeccionan, de miradas que se esquivan, de palabras que no se dicen, de miedos y rencores conviviendo con la ternura y el amor. Su escritura pareciera florecer de fosas abisales, de tierras devastadas, de una infancia indómita que se resiste a la domesticación impuesta, de una conciencia que se nutre y se reconstituye en la alteridad. Si la actualidad nos ofrece la comodidad mentirosa del pensamiento chato y las lecturas diluidas, la hondura infinita del lenguaje poético de Masin nos deja en la intemperie, bordeando los abismos.

Volverse piedra en rebelión

La humanidad pasó de sus balbuceos primigenios a la conformación del lenguaje oral y luego a la escritura, tallando muros y tablas de piedra para dejar memoria de su historia oficial. La nena de La siesta, en cambio, pasó del lenguaje libre y espontáneo de los niños a un silencio indestructible, amando y atesorando las palabras por su desobediencia, escondiendo de los demás la rebelión creciente que cultivaban en su interior contra todo tipo de naturalización y dominación del lenguaje impuesto por los mandatos instituidos. ¿Y no es esta rebeldía uno de los gérmenes de la poesía, no es su rebeldía perpetua una de sus cualidades más iluminadoras y emancipadoras? ¿No es ese silencio el que posibilita escuchar los murmullos de las historias traídas por el viento, las voces olvidadas del pasado, los gritos acallados de los perseguidos, las palabras no dichas, los temblores revolucionarios que se cuecen bajo tierra?

Hay en La siesta un elogio del silencio, de la lentitud, de lo minúsculo y de lo inútil como elementos fundantes de una poesía rebelde y reveladora. La escritura de Claudia Masin alumbra porque se nutre de las voces de los muertos, de los desvalidos, de las mujeres desacatadas, de los niños abandonados a su suerte, de los locos y maltrechos, de los que a pesar de todo no pierden la esperanza y siguen contando historias para resistir, no importa si reales o imaginadas. ¿Acaso no imagina la memoria para encontrar esa chispa de luz reveladora en el fondo de la oscuridad?

Contar para no callar

Contar antes de que sea tarde. Contar para iluminar la noche, para abrigar el frío, para atravesar los miedos. Contar para seguir viviendo. Contar contra toda forma de olvido y opresión. Traer las palabras que vienen de tiempos remotos, las que decían los viejos y entretejerlas con las nuestras. Y leer. Leer hasta ser devorados por los libros. Leer para que las ideas y las voces que nos dejan prendan y se expandan como los yuyos siempre salvajes e incontrolables. Y escribir. Escribir para dar luz y voz a la alteridad.

La siesta es un elogio de la lectura y la escritura, del lenguaje en su función liberadora más plena y también lo es de la infancia y su desmesura apasionada. Los niños comparten con la poesía la apropiación plena del tiempo inútil para el resto de los seres humanos, ese tiempo fuera del tiempo, esa permanente necesidad de extrañamiento. Y al igual que esa niñez impetuosa, el discurso poético de Claudia Masin conjura contra lo que intenta cegarnos día a día con falsas luminarias y contra lo que nos ata al rencor. Conjura contra el poder y los mandatos patriarcales, contra la negación del otro, contra la naturalización de las injusticias, contra las mordazas y el ruido, contra la desesperanza y el olvido, contra lo vacuo.  Estamos frente a una obra poética que tiene un carácter tanto reparador como emancipador.

“La parte sana –porque aunque sea minúscula, siempre hay una parte que salva- nos empuja a reunirnos, ya no para causarnos más daño, sino para contarnos las historias que nos contábamos las noches de verano en las que se cortaba la luz y salíamos al jardín, padres e hijos a tirarnos en el pasto bajo la imparcialidad de las estrellas, que nos cuidaban a todos por igual y nos hacían dormir serenamente, como si los rayos implacables que teníamos dentro se convirtieran, también, por una noche, en diminutos hilos de luz en el cielo ”.

La siesta tiene el prodigio de ser una obra perpetua como las siestas del verano de la infancia y sobrecogedora como la orfandad de los desvalidos y menospreciados. Es intensa como ese tiempo de niñez en el que la imaginación, el asombro, el juego y el misterio de la otredad eran lo más valioso y trascendente. Cuando Claudia Masin escribe nos hablan las niñas y las mujeres desobedientes que se cuentan historias para no morir y en sus voces están las nuestras, las de todos.

Alejandra Moglia

«Veo, veo… ¿qué ves? Cómo descubrir los secretos detrás de las imágenes». de María Cristina Thomson

Veo, veo… ¿qué ves? Cómo descubrir los secretos detrás de las imágenes es el nuevo libro de la profesora María Cristina Thomson publicado por Ediciones Deldragón. El mismo cuenta con las ilustraciones de Alfredo Grondona White.

En esta oportunidad la autora de Sobre líneas: el libro-álbum en el aula se ha centrado en destacar la información técnica básica en torno a los elementos gráfico-plásticos. Es así que en la primera parte del libro titulada El ABC de las artes visuales aborda una serie de elementos como el punto, la línea, la forma, la perspectiva, el tamaño, la escala, el punto de vista, el encuadre, la direccionalidad, el color, el tono, entre otros. La información sobre cada uno de estos elementos es acompañada con una viñeta a modo de ejemplo visual ilustrada por Alfredo Grondona White.

La segunda parte titulada Recursos pictóricos es una selección de ilustraciones pertenecientes a libros-álbum que incluye los datos bibliográficos de los mismos, la síntesis argumental y algunas preguntas para instar al lector a poner su atención en algún aspecto particular de la imagen.

El arte del libro infanto-juvenil argentino actual es la tercera parte de esta obra que ofrece una breve selección de ilustradores argentinos de quienes se brinda la biografía, algunas citas e ilustraciones.

La última parte se titula La lectura de la imagen visual: su impacto en el desarrollo de disposiciones y habilidades cognitivas. En este capítulo la autora brinda algunas sugerencias con respecto a la activación de nuevas modalidades cognitivas a partir de la observación detenida y de calidad de las imágenes.

El libro, como lo señala su autora, está concebido como una caja de herramientas y una guía de iniciación práctica para mediadores y todo aquel interesado en la lectura de las imágenes y, también, en el conocimiento básico de los elementos gráfico-plásticos pertenecientes al campo de las artes visuales. Por ello, su objetivo principal es brindar la información y las herramientas básicas para profundizar en las múltiples posibilidades de lectura que ofrecen las imágenes.

Veo, veo… ¿Qué ves? Cómo descubrir los secretos detrás de las imágenes será presentado el 17 de octubre de 2017, a las 19hs., en el Auditorio David Viñas del Museo del Libro y de la Lengua. La presentación contará con el acompañamiento de Istvansch.

La entrada es libre y gratuita.

Para más información sobre la presentación ver: https://www.bn.gov.ar/agenda-cultural/veo-veo-que-ves-como-descubrir-los-secretos-detras-de-las-imagenes

Una lectura de «Matilde», de Carola Martinez Arroyo

Usted dice: trabajar con niños es cansador, tiene usted razón. Y añade: porque hay que ponerse a su nivel, agacharse, inclinarse, encorvarse, hacerse pequeño.

En eso está equivocado: no es eso lo que más cansa, sino el estar obligado a elevarse a la altura de sus sentimientos, estirarse, alargarse, alzarse en punta de pies para no herirlos.

Janusz Korczak

 

“Matilde” es la primera novela de la autora chilena Carola Martinez Arroyo. La misma ha sido publicada por  el Grupo Editorial Norma en su colección juvenil Zona Libre.

La novela narra las vivencias de una niña de ocho años llamada Matilde cuyo padre se encuentra desaparecido por la dictadura cívico-militar chilena. En ese contexto opresivo y represivo en donde reina el terror, Matilde intenta comprender qué ha sucedido con su papá y las situaciones que han hecho que su mamá pase tan poco tiempo con ella, circunstancias todas que están más allá de la posibilidad del lenguaje porque representan el horror y con él todo aquello que es inenarrable e inexplicable.

Como señala Suny Gómez “el desvelamiento de la identidad, la genealogía familiar, los secuestros son estrategias narrativas y tópicos que los escritores eligen ya no para ‘acercar el tema’ sino para narrarlo”. (Scerbo, 2014:17). En el caso de Matilde, Carola Martinez transita el horror de la dictadura a partir de un modo de representación literaria que caracteriza el mundo interior de una niña, su desamparo y soledad en un contexto político-social en el que impera el miedo, la persecución y la muerte.

Ahora bien, el problema del procedimiento discursivo de la representación es justamente el límite que presenta el lenguaje para poner en palabras lo que sucede en la realidad: el terror, la violencia, las desapariciones. Dice María Teresa Andruetto que “la intensidad de un escritor se mide por la calidad del narrador que es capaz de construir, el refinamiento de un punto de vista que elige para narrar una historia y el modo que esa construcción alcanza una credibilidad, una coherencia y una verosimilitud capaces de hacernos entrar en el pacto de ficción” (2015:163). Es por ello que lo primero a destacar en la escritura de Carola Martinez es justamente la calidad del narrador que ha construido y el punto de vista elegido. Hay un narrador en tercera persona que focaliza en la niña y sabe lo que siente, lo que piensa, cuáles son sus temores, sus deseos, sus ansiedades, su soledad. Pero no estamos frente a un narrador que simplemente focaliza en la protagonista sino uno que la valoriza, la comprende, puede ponerse en su lugar y cuya voz pareciera abrazarla y sostenerla en el medio de una marea embravecida de tensiones que la golpea día a día.

“Matilde está muy triste, y cuando está triste se acuerda de su papá. Su papá que tiene la sonrisa más linda del mundo. Su papá que parece un artista de cine cuando se pone su traje color marrón. Su papá que siempre le decía que, de todo lo que existía en el mundo, ella era lo más perfecto, y que hace tanto, tanto tiempo que no se lo dice”. (Martinez Arroyo, 2016:24).

Los enunciados breves que narran momentos claves de la vida de Matilde contribuyen a profundizar la subjetividad y la intimidad que el narrador le imprime al relato yendo al hueso de las distintas circunstancias padecidas por ella que, aunque conspiren para hacerla crecer de golpe, sigue aferrada a su niñez y a la añoranza de tiempos felices. Es así como la niña se encuentra en disyuntivas que la entristecen, la enojan y muchas veces se siente culpable por tener la sensación de haber hecho algo malo o por tener pensamientos de los que luego se arrepiente.

“-Pero, hijita, se fue muy de noche.

-Es un maleducado, uno saluda y se despide. ¿Sabes qué? Ojalá lo encuentren. Por malo y maleducado.

Y sale corriendo como loca de la cocina. Pero se arrepiente enseguida y llora peor.

-Ay, ay, ay, abuelita. Que no lo encuentren, por favor, que no lo encuentren”. (Martinez Arroyo, 2016:54).

A partir de los  momentos y vivencias narradas a modo de breves fragmentos se manifiesta un universo complejo y problematizado mucho más amplio e inabarcable. Asimismo, aunque el tiempo de la historia se sitúa en el pasado, el tiempo del relato se ubica en el presente, elección que establece un vínculo mucho más estrecho entre  el narrador y Matilde, como si éste la acompañara muy de cerca en cada suceso que le toca vivir, sosteniendo su subjetividad en la propia trama de palabras que va tejiendo.

El tratamiento que se le da a la escritura es un aspecto central  de la novela en la que se da cuenta de las preocupaciones de la pequeña protagonista acerca de los conflictos que le genera el lenguaje y su ambigüedad, las contradicciones del mundo adulto, los dilemas morales. Matilde tiene muchas preguntas que no se atreve a hacer. Su abuela Pipa, su mamá, su tía Andrea no le cuentan lo que sucede o le dan explicaciones a medias. Tiene que mentir porque decir la verdad se ha tornado muy peligroso. No sabe por qué su abuela odia a su maestra y la llama momia. Ha escuchado palabras como, por ejemplo, desaparecido y terrorista, pacos y upelientos. A sus ocho años tiene muchos problemas para esclarecer quién es bueno y quién es malo porque se da cuenta que no siempre las acciones que los adultos realizan concuerdan con lo que le han enseñado y se tornan totalmente contradictorias e incomprensibles a su modo de ver los hechos.

“No puede dejar de pensar. Piensa en Pinochet y en su abuela que lo odia. ¿Es mala su abuela por odiarlo? La señorita dice que odiar es malo. Pero la abuela lo odia porque lo separó de su hijo.

Piensa en Ana, que es buena y graciosa, en su mamá que hace rica torta y es muy amable. Pero esa misma señora tiene la foto horrible del hombre al que su abuela odia.” (Martinez Arroyo, 2016:32).

La niña sabe que las palabras no siempre designan lo que ella supone e incluso, algunas de ellas, pueden volverse muy peligrosas al decirlas en voz alta.

“Y momia es una palabra que no se repite, me escuchaste, es peligrosa, mira que no es la momia de las vendas, significa que eres de derecha, seguidora de Pinochet”. (Martinez Arroyo, 2016. 15).

La visión dialógica atraviesa toda la novela y va dando cuenta de las distintas voces y  posturas ideológicas que entran en tensión. Esa polifonía representa también las tensiones manifiestas entre el espacio público y el privado. Matilde sabe que fuera de su casa (la escuela, la plaza, la casa de los vecinos) no puede actuar de la misma manera y debe mentir o cuidarse mucho de lo que dice y, por ello, muchas veces prefiere quedarse en su casa con la abuela. 

Aun así, por ciertos hechos dolorosos que acontecen, Matilde participa junto a su familia de protestas contra el régimen pinochetista. Esa participación en el espacio público y sus profundas reflexiones sobre lo que sucede y la implicancia del lenguaje van modificando su mundo interior y posibilitan la afirmación de su propia voz con la carga ideológica que esto conlleva.

Matilde va comprendiendo que las palabras tienen una carga semántica e ideológica diferente para unos y para otros y, en esa lucha por el signo, ella puede tomar una posición asumiéndose como hija de un desaparecido.

“Desde lo de mi padrino a mí no me preguntan nada. Es como si les diera miedo que yo me rompa. Mi papá es un desaparecido”. (Martinez Arroyo, 2016:99.).

En cuanto a los personajes, los mismos están delineados de tal manera que permiten destacar la relación asimétrica entre los adultos y la niña. Por un lado, tanto la madre como su abuela y familiares cercanos están destrozados por lo que les pasa. Si bien aman a la niña, la situación los supera y van haciendo lo que pueden. Pipa, la abuela, es la que más la contiene pero, a pesar de ello, cuando la niña se atreve a preguntar o reclamar, suele dar por finalizadas las conversaciones de manera contundente. La niña, en cambio, la mayoría de las veces se queda en silencio porque elige callar o porque se ve imposibilitada de poner en palabras aquello que le pasa o siente.

Otro aspecto a destacar de la novela es que el relato, llegando al final, se ve alterado en su desarrollo cronológico en forma de prolepsis. El tiempo pasó y una parte del mismo está ilustrado por una artista colombiana llamada PowerPaola cuyas ilustraciones también focalizan en la subjetividad de la niña y su tristeza como también su transformación. En el final, el narrador vuelve al texto. Por otra parte, es muy valioso que la edición respete los usos del idioma particulares de Chile con sus propias expresiones idiomáticas porque, como señala Andruetto, “la literatura, si en algún sitio reside es en lo particular (…) porque, como lo imaginaron los neorrealistas italianos, lo universal es lo local sin límites” (Andruetto, 2015:41).

Volviendo  al trabajo de escritura realizado por la autora, su construcción en torno al narrador y el punto de vista podría asemejarse a una lente cinematográfica que focaliza en la afectividad de Matilde para que el lector ingrese en su interioridad y pueda mirar el mundo desde los ojos una niña –como cualquier otra niña, como cualquier otro niño- cuya vulnerabilidad se ve acrecentada por un contexto sumamente complejo además de la relación asimétrica con el mundo adulto. En definitiva, una niña cuya sensibilidad honda, su incertidumbre y sus preguntas interpelan al lector, abriendo nuevos interrogantes gracias a un narrador que, al igual que Korzack, se eleva hasta la altura de sus sentimientos, se estira, crece y se levanta sobre las puntas de sus pies para no herirla.

Carola Martinez escribe y les da voz a los niños. Escribe y nos acerca sus voces. Escribe y sostiene la infancia  en las redes de ternura tejidas con la palabra que contiene y abriga, la que ilumina y transforma. 

Alejandra Moglia

Corpus literario

Martínez Arroyo, Carola. (2016). Matilde. Buenos Aires: Norma.

Corpus teórico

Andruetto, María Teresa. (2015). La lectura, otra revolución. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.

Scerbo, Ignacio L. (2014). Leer al desaparecido en la literatura argentina para la infancia. Córdoba: Comunicarte.

«Stefano», de María Teresa Andruetto

Stefano

María Teresa Andruetto

Sudamericana

2012

(Sudamericana joven)

El corpus publicado como juvenil presenta una gran heterogeneidad. Como señalan Cañón y Stapich (2012), se manifiesta una producción y circulación de textos que no pueden encasillarse dentro de los parámetros de una colección dirigida únicamente a los jóvenes. Las autoras hacen referencia a los libros “de borde”, es decir aquellos que, a la hora de ser incluidos en los catálogos editoriales, se encuentran en una zona híbrida de difícil categorización entre los libros dirigidos a los lectores adolescentes y los dirigidos a los lectores adultos. Lo que ubica a estos libros en el marco de una colección juvenil son las marcas paratextuales. Este es el caso de la novela Stefano que ficcionaliza el viaje del padre de la escritora que emigró de Italia a la Argentina. Su obra pone en crisis los conceptos de deshistorización, descontextualización y desficcionalización manifestados por Bombini y López (1992) en cuanto a la literatura juvenil, problematizando la escritura, el discurso literario y el horizonte del lector.

La autora ha entramado un texto que desafía al lector tanto adolescente como adulto gracias al trabajo realizado con el punto de vista y las voces narrativas, la prosa poética y el haber puesto el acento en cómo narrar aquello que quería contar. En definitiva, estamos frente a un texto de profunda belleza en el que se destaca su plurisignificación y ambigüedad, difícil de categorizar si no fuera por pertenecer a la colección Sudamericana Joven.

«¿Qué quieres?, dijo, ¿lo blanco o lo amarillo?

Yo dije: Lo amarillo.

Y ella guardó la clara para otra comida.

En el patio están asando un cerdo. Mi madre decía: quemar la carne es pecado. Le echan un menjunje que huele a ajo y vinagre. Mi madre decía: tirar el pan lleva al infierno. En el hueco de la puerta, entre la galería y la cocina, decía: no derroches la comida; decía: si comes la manteca con los dientes nunca tendrás nada. Stefano no sabe si mirar  lo que se asa afuera o lo que la tía Doménica bate adentro, sobre el mesón.

– ¡Cuántos huevos! ¿Que está haciendo?

-Un flan.

-¿Tantos?

-Veinticuatro. Para que no extrañés la comida que te hacía tu madre -dice Doménica, y le pide a Imelda que prepare la mesa». (Andruetto, 2013: 39-40).

Como se observa en la cita elegida, la forma en que dialogan las voces de los personajes y del narrador en tercera persona es un ejemplo de la problematización de la escritura que presenta la obra y, también, de la puesta en crisis del concepto de deshistorización, ya que estas voces son representativas de grupos sociales con sus identidades culturales y pertenencias histórico-geográficas.

Stefano es un libro “de borde” porque desde su discurso estético plantea una ruptura, una problematización en cuanto a las voces narrativas, la prosa poética y el lenguaje hondo y austero pero también porque problematiza la compleja cuestión de los cánones (Stapich y Cañón, 2011). La obra de Andruetto –y ésta en particular- está legitimada por su calidad literaria premiada a nivel nacional e internacional que la destaca para su ingreso en la escuela gracias al canon selectivo. Sin embargo, lo inasible de su especificidad y su carácter polisémico y ambiguo en cuanto a lo literario requiere de mediadores lectores cuyo canon personal se fundamente en una selección sólida y comprometida capaz de resistir los embates del mercado editorial, y que sean generadores de un espacio de intercambio que invite a los chicos a ser partícipes de la experiencia de la lectura a partir de posibilitarles el ingreso al texto. (Hermida y Cañón, 2012). ◘ Alejandra Moglia.

 

Bibliografía

CAÑÓN, Mila;  STAPICH, Elena. “Sobre atajos y caminos largos: la literatura juvenil”. En: Revista El toldo de Astier. Nº 4, Abril de 2012. UNLP. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.5146/pr.5146.pdf

HERMIDA, Carola; CAÑÓN, Mila (2012). La literatura en la escuela primaria. Más allá de las tareas. Buenos Aires‐México: Novedades Educativas, p. 23 a 28.

LÓPEZ, Claudia; BOMBINI, Gustavo (1992): “Literatura ‘Juvenil’ o el malentendido adolescente”. En: Revista Versiones. Año 1, Nº 1, Mayo, Buenos Aires, Universidad Nacional de Buenos Aires, p. 28‐31.

STAPICH Elena; CAÑÓN, Mila, “Infancia, lectura y mercado”. En: Revista Pilquén. UNCo. Año XIII , 2011,  Nº 14.

Una lectura de «Historia de un pulóver azul» de Florencia Gattari e ilustraciones de Marina Zanollo – Ed. Edelvives

Florencia Gattari (texto)

Marina Zanollo (ilustraciones)

Edelvives (Ala delta, serie roja)

2015

32 páginas

ISBN 978-987-642-372-4

Primeros lectores

Historia de un pulóver azul narra el vínculo amoroso entre una abuela y su nieto (o entre un nieto y su abuela) a partir de un pulóver azul que ella va tejiendo día a día entre ovillos, puntos, palabras y besos. Florencia Gattari aborda aquellas cuestiones esenciales como la vida y la muerte en torno al crecimiento de un niño y su relación con quienes lo aman y cuidan, especialmente su abuela, a partir de un trabajo profundo con el lenguaje que se ilumina con la palabra poética, generando un proceso de extrañamiento y desautomatización de lo cotidiano.

Haciendo uso de una serie de recursos literarios como, por ejemplo, el uso de palabras valija, metáforas y reiteraciones que dan ritmo, la autora conforma un texto de gran espesor semántico que se abre a una multiplicidad de significados. También fusiona el lenguaje coloquial y el poético, haciendo que las palabras se tornen transparentes y reveladoras y se constituyan en una trama polisémica en la que se sostiene la vida misma con sus emociones, tristezas y alegrías.

Cabe destacar además las representaciones de la infancia y la adultez  evidenciadas en el texto. Nos encontramos con un niño que crece en libertad gracias a una mamá que respeta sus tiempos y decisiones y una abuela que lo abriga con acciones y palabras que son como conjuros amorosos que lo acompañarán para siempre.

Tejo una tibieza
para cuando llores y no sepas por qué,
un pruebodenuevo
para cuando no te salga pelar una naranja
y dos puntos de paciencia:
para esperar cada año la primavera.

En cuanto a las ilustraciones de Marina Zanollo, el empleo de colores vivaces, la relevancia que adquieren los primarios, los colores verde, rojo, marrón y rosa en los rostros y cuerpos de los niños y el celeste y azul en los de la abuela y su nieto contribuyen al extrañamiento. Asimismo, la elección de paisajes y elementos marinos como la playa, los peces, los caracoles y un tejido azul que se concibe como el mismo mar y su impulso vital amplía la polisemia y la ambigüedad de la obra.

Es interesante destacar el contrapunto que han trabajado las autoras en torno a conceptos entre los que se establece un paralelismo que a la vez conlleva una oposición: un pulóver calentito como el mar, un azul que deja de ser frío para transformarse en cálido. En definitiva, Historia de un pulóver azul es una obra en la que el texto y la ilustración conforman un tejido amoroso que abriga al lector y lo invita a navegar por el mar entrañable de la literatura y la vida.

Alejandra Moglia

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Para ver las ilustraciones del libro en el blog de Marina Zanollo hacer clic AQUÍ.

Corpus literario

Gattari, Florencia. (2015). Historia de un pulóver azul; ilustrado por Marina Zanollo. –Buenos Aires: Edelvives. (Ala delta, serie roja).

«Nocturno: recetario de sueños variados y fáciles de hacer (en sólo 5 minutos)», de Isol – FCE

Este libro, como lo indican su título, diseño y, también, la presentación editorial, ha sido pensado para que las niñas y los niños inicien un viaje al mundo de la imaginación y los sueños a partir de tener cerca de sus camas, al momento de acostarse, una de sus recetas listas para seguir el rastro del sueño. Gracias a su formato y tinta fosforescente, al apagar la luz se ilumina un universo imaginario que surge de una nueva ilustración que brilla en la oscuridad.

Estamos frente a un libro álbum en el que dialogan tres lenguajes: el lingüístico, el de la imagen y el del diseño editorial (Bajour, 2008). Cada una de las hojas del recetario se corresponde a un sueño determinado que tiene una ilustración y un texto breve que narran una historia atravesada por múltiples significados. Si dejamos dicha hoja expuesta a la luz solar o de una bombita, por ejemplo, durante unos cinco minutos aproximadamente, al apagar la luz se iluminará una ilustración oculta y la historia/sueño narrada/o revelará otros significados y profundizará su polisemia.

Si, como señala Bajour (2008), el libro álbum tiene entre sus peculiaridades no sólo una relación dialógica entre los lenguajes sino el constituirse además en una celebración entre lo dicho y el silencio a partir, por ejemplo, de palabras ambiguas que presentan un vacío o elipsis que dispara la mirada hacia la ilustración, en el caso de Nocturno esto se potencia ya que la elipsis no sólo remite a la nueva ilustración que se ha revelado sino también a la anterior que ahora queda oculta en la página y por ende ya no está visible para el lector/soñador.

Tomando como base el texto de Carranza “Algunas ideas sobre la selección de textos literarios” (2007) estamos frente a un libro transgresor desde el texto, la ilustración y el diseño que tiene la particularidad de abordar temas que pueden incomodar a algunos adultos. Vale como ejemplo el abordaje de la muerte en el sueño del artista difunto. La autora parte de la confianza en el niño como sujeto de lenguaje activo, en la sensibilidad y profundidad de sus opiniones, en su sentido del humor y en su capacidad de imaginar y de repensar la realidad y sus temas complejos.

Niñas, niños y adolescentes tienen el derecho inalienable de participar de la experiencia de la lectura y de disfrutar de una selección de textos variada que incluya un gran número de obras de calidad artística y gran espesor semántico. La biblioteca escolar se constituye entonces en un espacio fundamental para socializar y compartir la lectura, para celebrar ese encuentro maravilloso entre textos y  lectores. Incorporar una obra como Nocturno en su fondo documental amplía la posibilidad de simbolizar y de generar un intercambio de interpretaciones rico y diverso. Su polisemia, ambigüedad e incertidumbre así como la tensión entre lo dicho y el silencio se suceden página a página del recetario y posibilitan anticipar múltiples historias. Además, al ralentizar el tiempo para que otra imagen se ilumine y se revele, genera y amplía no sólo los debates y las reflexiones sino el extrañamiento, la sorpresa y otras formas de ver e interpretar la realidad.

La riqueza simbólica que presenta Nocturno, la problematización en torno al género, la simbiosis entre el texto y ilustración -siempre sorprendente y nutrida de lo onírico- generan la apertura a una pluralidad de subjetivaciones. 

En definitiva, estamos ante una obra de arte que incluida en la selección de textos de la biblioteca escolar desafiará al lector, independientemente de su edad, incluyendo al mediador tanto como lector como promotor de lectura a la hora de planificar una propuesta lectora con los chicos porque, como señalan Hermida y Cañón (2012), la experiencia de la lectura es un proceso personal que construimos con otros si nos brindan la posibilidad de recibir ciertas llaves y una selección de textos tal que nos permitan acceder y participar de una comunidad lectora.

Alejandra Moglia

Bibliografía

Corpus literario

ISOL. (2011). Nocturno. Recetario de sueños variados y fáciles de hacer (en solo 5 minutos). México: FCE. (Los especiales de A la orilla del viento).

Corpus teórico

BAJOUR, Cecilia. La artesanía del silencio. En: REVISTA IMAGINARIA, 20 de febrero de 2008. Disponible en: http://www.imaginaria.com.ar/22/6/la-artesania-del-silencio.htm (Consultado el 30 de agosto de 2015).

CARRANZA Marcela. Algunas ideas sobre la selección de textos literarios. En: REVISTA IMAGINARIA, 14 de marzo de 2007. Disponible en: http://www.imaginaria.com.ar/20/2/seleccion‐de‐textos‐literarios.htm (Consultado el 30 de agosto de 2015).

HERMIDA, Carola; CAÑÓN, Mila (2012). La literatura en la escuela primaria. Más allá de las tareas. Buenos Aires, México: Novedades Educativas.

 

Reseña de «Diablos y mariposas», de Laura Devetach e ilustraciones de Istvansch

Diablos y mariposas

Laura Devetach

Ilustraciones de Istvansch

Del Eclipse: Buenos Aires, 2005.

ISBN 987-9011-60-0

48p.p.: 23 x15 cm.

Colección Cuentos del eclipse, dirigida por María Teresa Andruetto e Istvan Schritter

 

Para zambullirse y dejarse llevar

Sidonia, aquella tía imprevisible que divirtió a los chicos en otras narraciones de la misma autora, viene a ofrecer su universo en este ciclo [1] de microrrelatos destinados a quienes buscan madurar en la lectura.

Los niños y las niñas que conocieron a ese personaje sorprendente con nombre de mariposa [2] han crecido y, con ellos, el mundo de Sidonia y su lenguaje. Así, el rompecabezas de su vida cotidiana es desplegado en piezas breves por una cómplice voz narradora. Cada giro de este calidoscopio viene cargado de sorpresas y revelaciones, pequeñas historias luminosas en profunda sintonía. La materia poética desnuda a la vista del lector su lenta transformación, sus extrañamientos. Allí se entretejen ecos: los cronopios y las tristes gotas de Cortázar, el infierno musical de Pizarnik, los espantapájaros de Girondo, entre otras voces queridas.

A lo largo de los textos la protagonista experimenta variados estados del alma y del cuerpo. Diferentes situaciones son excusas para desarrollar cambios de su energía vital: el comienzo del día hogareño, las compras y mandados para la casa, la búsqueda de cosas perdidas, el recuerdo infantil de la escritura en la arena, el atardecer, el ritual de saborear un alcaucil, un espectacular viaje en taxi, la hora del baño, la escritura de un cuento.  El propio proceso creativo está registrado en clave poética. Hasta  el momento al que le falta la palabra para poder nombrarlo tiene su oportunidad a través de la escritura.

Una lucha que se libra en el espacio interior replica las batallas del día a día: mariposas y diablos quizás encarnan el impulso de vida y el de la muerte. Un continuo juego dialéctico se va armando entre el caos y la inmovilidad, el bullicio y el silencio.

La existencia de esta mujer-mariposa es como un manojo de hilos sueltos, fragmentos que están disponibles para encontrar algún orden posible. Ciertas frases aparecen aquí y allá, dispersas, esperando ser descubiertas para construir sentidos.

 Sidonia es inquietada por la invasión a la intimidad, el tironeo de lo cotidiano, de lo que le arrebata el tiempo. La mixtura de los días la convoca: lavar, planchar, cocinar, escribir, vestirse para momentos importantes, amar; «las bestias del día» se alternan con lo transcendental. Por eso se refugia en el repliegue de algún rinconcito escondido, mientras el afuera sigue «armonioso y sin control». Pero también está el pánico de perder el hilo de las cosas, el peligro del vacío absoluto. O la amenaza de la lluvia “sin ninguna de las pequeñas alegrías que trae el agua”, cuando los seres queridos se nublan y “se ponen a llover”, o cuando Sidonia se va “achicando hasta quedar en casi nada”.

A las mariposas las acecha el diablo que es temible cuando anda suelto y provoca desastres. A tientas Sidonia se abre paso peleando contra los malos vientos que amenazan, entre otras desgracias, con arrancar de la soga los pantalones y hacerlos desaparecer. Si el diablo se va al diablo, entonces puede surgir desde lo profundo una fuerza que la empuja a seguir, a refundar el mundo con “los pájaros volados” que alimenta con mucho alpiste en la azotea; también echando mano a pétalos, papelitos y botones que el azar le puso en un bolsillo. A veces, al atrapar a “la palabra justa” en el mar profundo y escurridizo del lenguaje la rueda vuelve a girar, aunque las palabras, como los monigotes en la arena, se esconden y aparecen después con otras formas en otros lugares. Y el diablo siempre merodea.

Sin embargo, en este cosmos caótico y desenfrenado se subrayan preferencias: la libertad creadora, la alegría, la sensualidad, la magia, la diversidad, la preocupación por el otro. También el gesto amable: “Me gusta la suavidad inicial”. Sidonia es sobre todo mujer, con su capacidad de hacer todo al mismo tiempo, de impulsar hacia adelante: “tengo que seguir”… “vaya a saber a dónde va el senderito que apareció de golpe”. En realidad ella es muchas mujeres, como expresan las imágenes de la ilustración, aleteando entre objetos y planetas, acompañadas de otros seres, multiplicadas y distintas, limitadas y plenas, amenazadas y libres.

Entre todas va Laura Sidonia, mujer y mariposa, a ganarle otras batallas al diablo con la ayuda de las palabras.

Silvia M. C. de Delucchi

Lorraine Sly

Espacio LIJ La Nube

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[1] Laura Pollastri (Universidad de Comahue) recupera la categoría de ciclo para las formas narrativas breves en “Desordenar la biblioteca: microrrelato y ciclo cuentístico”. En Brescia, Pablo y Romano, Evelia (2006). El ojo en el calidoscopio. Universidad Autónoma de México: México D. F., p. 79.

[2] Nombre científico: eurema daira sidonia. Mariposa originaria de México y de la Patagonia argentina.

Reseña de «Secretos en un dedal», de Laura Devetach e ilustraciones de Istvansch

Autores: Laura Devetach/ Istvansch

Editorial: Ediciones SM

Colección El barco de vapor, Serie azul.

Publicación: Buenos Aires, 2009

Edad sugerida: a partir de 7 años.

 

Piedra libre para todos los personajes escondidos en un dedal

Este libro de poemas e imágenes, escrito a “dos voces” – como se titula una de las poesías -, nos enlaza, como los hilos compañeros de todo dedal, con una amplia gama de personajes y con paisajes que evocan el litoral argentino.

El primer poema nos invita con la pregunta “¿Qué serán?“ a descubrir los secretos escondidos en un dedal. El segundo es la respuesta a un interrogante que tal vez muchos niños se hagan respecto a este objeto que desconocen. La explicación viene de la mano de metáforas: “Es el sombrero del dedo”,es vaso de Pulgarcito” y de términos vinculados con el campo semántico de “coser”: hilván, hilos, agujas, secretos enredados.  

Enseguida conoceremos a un personaje entrañable: Clodomira. La autora la presentará a través de un abanico de imágenes sensoriales, que la describen  tomando mate, cocinando tortas fritas, soñando en su rancho de Curuzú.

Como las puntadas que se ven y no se ven, Clodomira aparecerá una y otra vez  inmersa entre otros poemas que nos acercan pinceladas de naturaleza: la fruta del paraíso, el bicho feo, el parral, la lagartija. La veremos y oiremos bailando el chamamé- ritmo folklórico típico de la zona-, mirando el mundo a través de redondeles, adueñándose del río con solo abrir un grifo.

También ella, en la palma de su mano -como el dedal- acunará secretos e historias.

Otro elemento presente en los poemas es la tradición oral y la cultura guaraní, a través de las referencias a las leyendas del lobizón y el pitogüé (el benteveo o bicho feo), al pororó (el pochoclo), y la inclusión de dos nanas donde prima la musicalidad, especialmente mediante la repetición de “por aquí”  en Nana del por aquí.

En la trama en la que se van entretejiendo estos poemas la autora recurrirá a imágenes cinéticas y  al juego lingüístico y rítmico.

Sin duda, todo lector que se acerque a esta obra será invitado a desplegar sus hilos y a “ovillarse”- y por qué no en un dedal- , al son de poemas como Todos ruedan, A dos voces y Vuelta manzana. En este último la disposición gráfica también acompañará el movimiento.

Leer Secretos en un dedal es también sumergirse en las ilustraciones de Istvansch, colmadas de secretos a develar. Imágenes diminutas y primeros planos, colores brillantes y trazos en negro, tradiciones, elementos cotidianos y naturaleza se entrelazarán con los poemas de Laura Devetach.

Un lugar predominante en las ilustraciones tienen los círculos y las figuras relacionadas con el mundo acuático, que amalgamarán con poemas como El vaso de agua o Todos ruedan.

El último poema, que titula el libro, nos permite reencontrarnos con el dedal. Entre los versos asomarán nuevamente  los personajes que fueron desfilando por las páginas del libro, porque…

Todo bulle

 todo suena

 todo cabe

en un dedal.

Sólo a Clodomira no se la nombra. Quizás, una vez más “prendió la luna” y siga soñando o no haya regresado de su vuelta manzana. Aunque sí aparece en el saludo final, desde la ilustración circular que cierra el libro… Un libro que apenas cerrado invita a volver a abrirse una y otra vez para seguir descubriendo secretos guardados entre las vibrantes palabras de Laura Devetach y las ilustraciones de Istvansch, llenas de tesoros escondidos. 

Laura Slutsky

Espacio LIJ  La Nube